
Me alejé del bar mirando el suelo como un buen perdedor.
Resignado, dolido y esperanzado.
El mundo pudo sentir la fuerza con la que soñé tu grito llamándome,
Darme vuelta, ver tus ojos volándose para mí.
Pero parece que el vacío me lo llevé todo yo.
En un complot de desilusiones, la tierra entera me dejaba ir.
“Mi ombligo es demasiado profundo para que me dejes solo en el”
Me dije a los ojos con los labios secos.
Nadie de mí se lo explica. Me dejaste acariciando tu sombra a escondidas, con esos dolores que duelen en serio y que sin saberlo te cambian la vida.
“A los sentimientos se los siente. No se los ignora”, me explicó un adoquín.
“Si tuviese tu dureza, ahora estaría en el bar” le callé a la piedra porque no puedo explicarle lo que duele sentir.
Recuerdo tu pestañear: no entendía nada.
Y tenes el corazón de origami juntando lo que no te pude dar.
“No le hace falta tu amor, compañero”, chisteó desde el cordón de una vereda, un paquete roto de alfajor. Le expliqué: “Me abandonaron como a vos. Me dejó revolcándome en sus migas, tirado en la calle, lamiéndome el poco dulce de leche que me dejó impregnado a la piel-envoltorio segundos antes de que se la llevase otra boca”. Silencio. Claro, para ti también es fácil no sentir.
PENSAMIENTO:
DEJAME CAMINAR SOLO,
que para llorar me sobra temperamento, me sobran lágrimas.
¿Cómo te hago pasado, si sólo y solo existe el presente?
Error atarme a tus caricias en todos esos sillones que compartimos
Fue un ciclo que no cesa,
y no quiero escucharme más, escribiendo lo que nos perdemos.
Seguís dando en el blanco, tiñéndolo de negro y tu sangre cuando sangre dejará de ser azul.
Me llevó lo que me diste.
Hace lo mismo.
Guárdalo en un freezer y que digan los años,
mientras, yo espero que esta muerte...
no me viva demasiado.