domingo, 27 de septiembre de 2009

Me titularon Agustín Marcenaro

Me titularon Agustín Marcenaro
cuando no imaginaban que usaría barba y pelo largo.

Me parió una santa buscando un santo,
un padre encontrándose con su hermano,
con mi tío revolucionario.

Agustín, obra que tiende a desaparecer,
en su cuelgue tan suyo y ajeno,
de sal y tan dulce.

Amante de pocas pulgas, de muchas lunas,
viudo divorciado con complejo de nene abandonado.
Soltero con anillo y tatuaje con la inicial de LA asesino.

Ningún sueño para el abuelo,
pesadilla para él si me viese leer al Che.

Flaco, de hambre con alas y muletas,
de caminos con suelos fruncidos, de alpargatas con tapones de aluminio.

Agustín, que se acuesta cuando amanece,
que duerme cuando sueña-

Viejo que se siente joven con dolores de rodilla izquierda.
De campera sin el botón que prometió coser ella.

Iluso pero jamás insulso.
Prolijo en su andar desprolijo.

Agustín, sello sin tinta, que cambia mejillas por bocas,
que esquiva pastores y misas para obviar mentiras.

Morocho de pelo rubio, de ojos sin fondo,
de latidos piadosos, de veredas con baldosas flojas.

King Kong sin Hollywood, sin isla, sin Manhattan,
en una larga caída rodeado humanos y otras trampas.

Loco de aspecto bohemio, de rayuelas sin cielo,
de espejos con dueños.

Agustín, granito de arena humillado,
que no sabe entender, que no entiende crecer.

Artista para no morir, para no ser, para no mentir.

Adicto a la pasión, al veneno y al remedio,
a lo sencillo y sus figuras, al laberinto que nos cruza.

Agustín, soñador melancólico y testarudo,
de ímpetu colorido y noches negras con matices grises.

Gigante en el placard,
con coraje de poeta
pero con miedos para alumbrar la noche de un desierto.

Yugular de perro sin domesticar,
casa de techo de chapa- con vista al mar.

Agustín no es ningún misterio,
me lo dijo él,
es un pez en su anzuelo.


miércoles, 23 de septiembre de 2009

Algo te digo

Minúsculas gotas de lluvia en la ventanilla de un colectivo.
¿te dice algo?

Narigón con capucha y risita mientras dice: “Uno, diez”
¿te dice algo?

Taxi bien pintado, iluminado con publicad de Heller gobernante.
¿te dice algo?

El “piiii” del timbre, frenazo y una rubia con paraguas, bajando.
¿te dice algo?

De pollera corta, lindas piernas, -la miro, me mira como a un mendigo.
¿te dice algo?

Yo en un colectivo, con papel y lapicera en mano, mientras caen gotas rotas de mi pelo mojado.
¿te digo algo?


¿te dije algo?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sigo escribiendo

Culo en silla, manos en teclado, vista en monitor.
Escribo lo que lees, lo que escuchás.

La noche no está de humor, yo tampoco-

Y tengo la leve sospecha que ella está justo ahora, detrás de mí.
No me di vuelta, pero la siento respirar.
No voy a darme vuelta mientras la sienta respirar.
También sospecho que no le agrado, que desespera por verme agonizar.

Siempre creí en espíritus, y aunque no los vi,
muchas veces los sentí.
Los sentí en el ambiente, deformándolo.
Como ahora, que siento detrás mío a la muerte,
con ese olor a muerte, con ese andar de muerte,
con ese silencio a muerte, con su desfile de sombras con muerte,
y su show con destellos y reflejos de luces muertas en el piso,
en las paredes, en la ventana.

Sigo, no distraigo mi vista de lo que escribo,
de cada letra que aparece a continuación de cada ruido de tecla
que se propaga en mi habitación.
Ese ruido molesto, asfixiante,
imitador de las agujas del reloj,
la muerte disfrazada de tiempo,
el anzuelo perfecto para enloquecer, para perder,
parar correr, para no ver, no sentir, no vivir: -morir.

Te pesca el misterio, lo seguro, el alfa, el omega,
te pesca la mentira, la verdad, el bien, el mal,
te pesca en vida, con vida,
para llevársela.

De pesca
vos atrás, pensando que me importás.

Yo, sigo escribiendo...

para no morir
para no morir.


domingo, 13 de septiembre de 2009

Atardece otro domingo

Domingo, 18:41 hs.
Atardece, lo insinúa bajito la ventana.
Se mira tan sola la mirada, la mente envuelve,
el silencio que no desaparece por más música que le eche encima,
por mas charla que le de al espejo,
por mas amor que me invente.

El silencio es físico,
tiene la forma del miedo,

-la forma de su última mirada-


miércoles, 9 de septiembre de 2009

Se que hay un calor que nos buscA

Al tiempo arrepentido de mi destino
no se le puede decir nada.
Él es una bola de ego rodando a través de mis ganas,
recorriendo paciente mis horas,
alimentándose de mis fracasos como si fuesen empanadas salteñas

Escribo pidiendo a ruido de silencio que la mañana no me despierte,
que no me confunda con alguien más, que yo duermo de día,
que sueño cuando los pájaros intentan hacer melodías como las que hacía Bob Dylan.

Y entre tanto discurso de amor,
entre tanto ídolo retorciéndose en su infierno,
entre tanta rosa venida a menos,
entre tantos cuerpos escasos de pasión,
entre tanta jaula pintada de libertad,
entre tantas manos trabajando para otras,
entre tanto suicidio masivo en colectivo a la hora pico,
entre tantas lágrimas buscando perdón,
entre tanto, se que hay un calor que nos busca,
un calor similar al que logra una chinche al disfrutar de la carne bañada en sangre de algún pie distraído que jamás pensó merecer semejante dolor,
un calor padre de Adán, hijo de Eva, un calor desnudo que se desnudaría frente al espejo de sus dudas, sí las tuviera.

risas
Y si la tierra gira es por el escalofrío que le da el ser parte del universo.


“Te explique unas 5 veces querida que ella es una amiga”
Le dice él recordando a Sabina y sus mentiras piadosas.
“¿Vos te pensas que vas a hacer lo que querés?”
Le dice el padre a su hijo, repitiendo lo que una vez su padre le dijo.
“Sos el amor de mi vida, sin vos no puedo vivir”
Me dijo ella creyéndose que lo sentía, haciéndome creer que lo podía sentir.
“¿Qué me decís?” te pregunto yo a vos, buscando una respuesta en tu mirada.
Sólo en tu mirada, -SOLO- con tu mirada para que no me distraiga tu boca, para que no me distraigan tus palabras.
“¿Qué te digo?”
Te digo que tengo más de un sueño y que no los quiero soñar en una cama de dos plazas.


Willy Ronis, "le petit parisien"