jueves, 7 de abril de 2011

La lluvia deseada de los pájaros

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La lluvia deseada de los pájaros
reposa en nuestras baldosas
la expresión de su inmensidad.

Entre sutiles desenfoques las luces transitan la ciudad
reflejo de los vidrios, borrosas nubes redondas, rojas, verdes, ámbar,
charcos de sombras y grises brillándole al cielo su abandono,
el opaco gesto de un señor
que no ve a su alrededor con el valor del amor naciente
ignorando el encanto dado plenamente a su merced.

Agua libre con la que la vida acaricia
sabotea las esquinas de un testigo que carga
humanos en sus espaldas,
en la tierra que no morirá, madre santa, gracias,
por este segundo y este otro donde me bañás en tu milagro,
el eco de los tonos que creás en mi interior,
las gotas saben que el tiempo no es más que un reloj
y camino la vereda estirando las patas como un avestruz,
mientras se supone el mundo está dando una vuelta más,
mareando a los que no ven esto como una calesita donde la música
es un piano atravesando la inocencia,
y las muecas se muestran y se esconden entre las siluetas que contrastan;
la luz es mayor que la oscuridad, en la luz se gestan los colores,
la vida, el sueño que se despierta y se duerme, y da vueltas en su colchón de versos.

Al zarandeo de mis pies, las alpargatas se me zambullen en las profundidades de los baches,
mis alpargatas libres,
que no pertenecen a la tiranía del zapato,
como yo no pertenezco a la de la corbata,
aunque nada tenga que ver,
seres somos la metáfora,
y está a punto de parar
y una leve llovizna flota sobre nuestras almas

y la bendición será el cielo así como esté.



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