miércoles, 29 de abril de 2009

Fresca y crocante la herida

Saca a relucir su astucia ,
maga avalancha de la cara a las mangas.

Fuertes vidrios de seda acostados,
dados a cualquier vereda que cargue ilusión.
Simple sumiso esquivo del destino
inquieto vendedor de tizne
fabrica biblias para presidentes decentes.

Aquí se vende la historia con pinchazos y en alfombras voladoras
de peras grandes con sabor a pobres
con gusanos de mentira y prendedores con brillantes.

Sin camisas los decentes descerebrados por el sistema,
optan por el pan amohosado con carne cocida a la codicia
por los pingüinos acechados no por el petróleo, sino por el fracaso.

Hay desvelo por el sillón.
Se complacen por la derrota, los amigos del dinero, del mercado y la escafandra.
Subirán para sentir su almohadón poderoso, que guarda olores agrios y sangre seca, las huellas de los esfínteres bla-bla-bla, golosos de palabras falsarias,
arrumacos de dolores varios.
Si todavía se huele, balcón de hélices mudas y movedizas recuerdan la huída,
aún se respira
fresca y crocante la herida.