sábado, 22 de agosto de 2009

Callas y no otorgas

Silencio
Dos pisos abajo: merienda recalentada-
Hay protagonistas vendiendo entradas,
ofrecidos anuncios de felicidad.
No tengo ESA hambre, no esa.
Persigo carne, persigo sangre.

La estufa llamando la atención.
No hace tanto frío-
Escondo los dedos, los escondo de mis manos,
Manos_ quietas de paciencia,
paciencia que no cabe en mis piernas,
ni en mi cabeza.

Me falta una ventana más,
Que no de luz, que de vista.
Que no de más que cierta claridad
para cuando vengas de tu cita a ciegas.

Salvándome de todos los silbidos del amor,
veo que la tarde no vale nada.
No hay nada.
Y mañana habrá, me burlaré de mí hoy,
minutos que serán ruinas,
no habrán envidias: para las risas silenciadas
que florecen de la habitación de al lado.
Sinceramente:
Angustia, que extrañaré-

Mañana será como ese pasado todavía tibio,
que todavía veo.
-con velo
Te veo callar:
Callas y no otorgas.
No haces más que llorar lágrimas comunes
–llenas de marcas, se deslizan por tu interior,
por esa fabrica de ásperas sensaciones que reprimes.
Miedo.
Y yo no estoy.
No estoy, ni estaré.

Tardan los años, a veces las horas.

De pronto:
-Elipsis-
Se escucha a los protagonistas murmurar sobre la cena.
"¿Qué comemos?"

Sordo, miro por la ventana que falta:
Oscureció.
Afuera también.


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